"El ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: … Sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor." [Mateo 28:5-6]
26 ABRIL 2013. LA RESURRECCIÓN : ¡LA TUMBA ESTÁ VACÍA!:
(Mateo 28; Marcos 16; Lucas 24; Juan 20)
El día de reposo había pasado.
La tumba había sido cerrada con una enorme piedra, la cual había sido sellada, y una guardia de soldados la vigilaba.
A pesar de todas esas medidas de seguridad, un acontecimiento extraordinario tuvo lugar en la noche del sábado, al amanecer del domingo (primer día de la semana).
Jesús pasó desapercibido para muchos, pero hubo numerosos testigos de signos visibles:
–Los soldados de la guardia, los cuales se atemorizaron por la aparición de un ángel que rodó la piedra puesta en la entrada de la tumba.
Dieron la noticia a las autoridades, pero se les dio dinero para que callasen.
–Un grupo de mujeres que, al amanecer, regresaban a la tumba con la intención de embalsamar el cuerpo de Jesús con especias aromáticas.
Cuando llegaron, quedaron atónitas.
¡La piedra había sido removida y la tumba estaba vacía!
A ellas, que habían venido a honrar a su Señor muerto, los ángeles les declararon: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado” (Lucas 24:5-6).
Las mujeres dejaron la tumba, llenas de alegría y temor, para anunciar a los discípulos esta extraordinaria noticia.
–Los discípulos Pedro y Juan, advertidos por María Magdalena: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto” (Juan 20:2).
Vinieron a la tumba: ¡Estaba vacía! Los lienzos que habían envuelto el cuerpo de Jesús estaban en el suelo, y el sudario que recubría su cabeza estaba doblado aparte.
"Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas." [2 Corintios 4:17-18]
25 ABRIL 2013. LA BELLEZA DEL INVIERNO:
¡Qué sorpresa me llevé esta mañana!
Ayer había una lúgubre niebla y esta mañana un sol resplandeciente ilumina los árboles recubiertos de escarcha.
¡Es maravilloso! ¡Y pensar que la escarcha es tan sólo el rocío de la noche congelado!
En el invierno, esos árboles sin hojas no son muy bonitos, pero bajo la luz del sol nos ofrecen un espectáculo de ensueño.
Amigos cristianos, ¿qué es lo que produce frío en nuestra vida? ¿La soledad, la enfermedad, el fracaso, la incomprensión o el sufrimiento?
¿Qué hacer en esos momentos difíciles? Si mediante la fe buscamos al Señor, Él iluminará nuestra vida con su radiante presencia.
Sin duda, todos hemos visto a creyentes que, en medio de la prueba, mostraron una actitud serena, llena de valentía, iluminada por la confianza y la esperanza.
Sus vidas reflejaban como un espejo la belleza de Cristo.
“Esta leve tribulación momentánea”, escribió el apóstol, “produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”. La tribulación es la prueba, física o moral.
Es calificada de leve o pasajera, comparada con sus consecuencias, que son inmensas y eternas.
La prueba y el sufrimiento no tienen valor en sí, sino lo que Dios produce en nuestras vidas a través de ellas.
Pronto veremos que, a lo largo de nuestra existencia, Dios nos sostuvo, consoló y formó, “para alabanza de la gloria de su gracia” (Efesios 1:6), y para que desde ya gocemos de la inefable felicidad que trae su presencia y aprobación.